Despertar nuestra ternura interior y humanidad

Mostrar a los demás nuestra humanidad y ternura puede ser algo tremendamente positivo. Se me ha antojado poner estas palabras al gesto de saludar a los demás de una forma totalmente cercana y atenta, preocuparnos por el otro con sinceridad y no sólo como cortesía, perder tiempo o mejor dicho, ganar tiempo en atención a los otros. Todo ello desde una base ciertamente humana.
Acercarnos al mundo desde nuestra imagen de persona, algo que debería ser lo más lógico, pienso que es enormemente efectivo para mostrarnos al mundo y que así nos vean. Debería de ser lo más natural y sencillo, pero a veces perdemos tiempo y esfuerzo creando máscaras artificiales para ofrecer algo que no corresponde con la realidad. 
Un acierto a la hora de mostrarnos a los demás es mantener abierta la puerta de la sinceridad. Evitar, eso si, desplegar nuestro instinto animal a la hora de evidenciar realidades crueles. En ese sentido entra en juego a nuestro favor una buena escala de valores, que pueden ser, aunque no es imprescindible que así sea, los que en el fondo ofrecen religiones, como la católica en España y otros países, las demás de base cristiana u otras.
Los tan recurridos valores humanos son un sólido pilar en el que sustentar nuestro comportamiento o forma de actuar cuando interceden determinadas diatribas. 
Sinceramente, opino que los valores humanos emergen cuando tratamos de despertar nuestra ternura interior y humanidad, poniéndonos en el lugar de los demás, pensando cómo se sentirá esa otra persona, por muy alejados que estemos de su punto de vista, forma de pensar o intereses. Sólo así, dando rienda suelta a nuestro lado más humano, podremos sentirnos bien, si con ello hacemos que el prójimo también se encuentre a gusto.


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